Por Horacio Alonso
La semana pasada, directivos de las automotrices se reunieron con el equipo económico para analizar la situación del sector. Fue un encuentro con mucho de protocolar, pero que sirvió para que las empresas, agrupadas en ADEFA, plantearan los principales problemas que enfrentan.
Se trató del primer cara a cara importante con las nuevas autoridades y, como sucede en estos casos, el balance, tanto de un lado como del otro, fue positivo.
“Estuvieron muy receptivos a nuestros planteos, anotaron los temas que marcamos como principales inconvenientes y se abrió un espacio para trabajaren conjunto”, explicaron desde una de las empresas que estuvo en el cónclave.
Si bien la paleta de pedidos fue amplia, un tema que acaparó la charla tuvo que ver con la presión imponente que soporta la industria automotriz.
En realidad, los funcionarios no necesitaban este encuentro para saber que el nivel de impuestos es muy alto, pero escucharon el punteo que hicieron desde ADEFA.
Desde la misma entidad reconocieron que la delicada situación fiscal que tiene el país como para imaginar una reducción de la carga fiscal significativa. También entendieron que a cuatro meses de iniciada la gestión no se pueden pedir milagros.
“No hay mucho margen para una reducción de impuestos que afecte a la recaudación, cuando el Gobierno está embarcado en el objetivo de superávit fiscal”, dijo otro empresario.
Se definieron distintos objetivos tributarios de corto, mediano y largo plazo.
Como siempre, los empresarios pidieron previsibilidad y reglas de juego estables, algo que la Argentina se resiste a ofrecer no importa quién gobierne.
De todos los pedidos, uno quedó agendado como prioritario y tiene que ver con la competitividad.
La mayor parte de los autos que se producen en la Argentina se destinan a la exportación y, últimamente, viene siendo golpeada por los amentos de costos internos que se suman a la fuerte presión tributaria para fabricar un vehículo que, en muchos casos, terminan impactando. en el precio al que se va a exportar.
Un ejemplo que se puso sobre la mesa es que alrededor de un 20% del valor de un vehículo que se produce en el país y se vende al exterior corresponde a impuestos.
Más allá de los problemas de caída de demanda que están teniendo algunos países de la región que compran autos argentinos, el problema de la competitividad se siente en la baja de las exportaciones.
En marzo, la caída de las ventas al exterior fue de 27,6% respecto a igual mes del año anterior y la baja acumulada en el primer trimestre es de 7,9%.
Si bien se plantearon distintas alternativas para la reducción de la carga fiscal, se decidió trabajar en un tema concreto que tiene que ver con el impuesto PAÍS.
“Estamos trabajando en reducir la incidencia de los impuestos al menos en la exportación. Principalmente es ver cómo el Impuesto PAÍS no genera mayores costos en la exportación tomando la cadena completa”, explicó a arodarblog una fuente del sector. Esto estaría dirigido para el caso de los autopartistas, ya que las terminales no lo pagan cuando importan piezas para exportar. En cambio, lo pagan en el precio de las autopartes que compran a los proveedores locales que fueron producidas con insumos importados.
El proveedores pagó el Impuesto PAÍS y lo traslada al precio de venta y las terminanles, aunque utilicen esa pieza para fabricar un auto para exportar, no pueden recuperar ese recargo fiscal.
Esto implica entre 3 y 5 puntos porcentuales de la presión impositiva global.
La posibilidad de una baja de impuestos para los autos que se venden en el mercado interno quedará para más adelante ya que tiene un impacto en la recaudación. En cambio, en el caso de la exportación, si bien también puede implicar menor recaudación, tiene el beneficio de sostener el ingreso de dólares por las ventas externas, algo clave para las reservas del Banco Central.
